miércoles, 27 de mayo de 2009

"EL SEÑOR ES MI REFUGIO" (Salmo 11:1)





Nada te vine a pedir.
Cansado y solitario, calladamente me recliné en el umbral de tu puerta cerrada. Contuve mi dolorido llanto y nada te reproché en mi triste mirada.
En tu lámpara lucía brillante la llama del amor, pero no me alumbró.
Fuera gemía el viento del norte y las nubes suplicantes derramaban sus lágrimas de dolor, aunque yo, aterido, nada te vine a pedir.
En tu aposento, cantarinas, se esparcían las risas de tu destino; y mi esperanza, como el pétalo de una rosa, vagó ingrávida hasta caer marchita en la tierra de la desolación.
Ya era tarde. Me ceñí las sandalias, me atusé mis harapos, te volví la espalda y lentamente reanudé mi camino en soledad.
Bajo la lluvia murió el día pero yo proseguí mi sendero, y aunque me adentré por valles de atormentadas sombras nada temí porque supe que Él me sostenía.
Con el sol saliente encontré mi refugio. Ahuyenté mi tristeza, ví crecer las flores en mi jardín, y en el silencio de mi nostálgico corazón escuché los latidos de su amante Corazón.



Pedro Martínez Borrego

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