viernes, 13 de marzo de 2009

MANUEL EL CARTERO


Nunca he hecho una biografía, ni he contado nada de nadie hasta ahora, por eso no se como me saldrá, pero tengo la seguridad de que como la historia me la conozco bien, por lo menos los datos van a ser fidedignos.
Manuel Andueza Sancho nació en el año 1932 en la provincia de León, en un pueblo minero, al sur de la cordillera cántabra, en el valle de Laciana y al pie del río Sil, zona minera, aunque él afortunadamente nunca tuvo que entrar en una mina, desde joven trabajó en Correos, primero como “chico de los recados” más tarde, hizo las correspondientes oposiciones y consiguió una plaza de cartero. Manuel era hijo de Juan Andueza López y Virtudes Sancho Marín.
En el pueblo y cerca de su casa, vivía Luisa Blanco Gil, una muchacha que siempre le había gustado, pero que nunca le hizo caso, claro que como Manuel era muy tímido y poco experto en los menesteres del amor, tampoco le mostraba su admiración, con el peligro de que llegara otro más espabilado y la conquistara, como pasó, meses después. Parecía que estaba en Babia, preciosa comarca leonesa por cierto y donde el rey solía perderse, pero mal sitio para despistarse un enamorado.
De la capital llegó un mes de agosto a las fiestas del patrón, Pedro García Morán un estudiante de derecho que tenía familia en el pueblo, en la romería conoció a Luisa y los dos se “prendaron” mutuamente, hasta tal punto de que se juraron amor eterno, claro que la relación en vivo y en directo de ese amor se acabó pronto, Pedro se tenía que volver a León, pues la Universidad le esperaba, pero prometieron que se escribirían cartas diariamente.
Cuando Manuel se enteró de la novedad, creyó que no lo iba a soportar, sobre todo porque sabía que las misivas se las tenía que entregar el mismo.
Y así fue, empezó a llevarle a Luisa cada día una carta del estudiantillo… él disimulaba preguntándole… “¡qué! ¿Buenas noticias…?” Que por la cara que ella ponía debían de serlas. Y así pasaron algunos años, porque el aprendiz de abogado no dejaba de “cartearse” con la niña, aunque no apareciera más por el pueblo, a pesar de que a Manuel no le agradaba esta correspondencia, era la oportunidad que tenía de ver cada día a su amada, y de hablar con ella, cada vez conversaciones mas largas y profundas, hasta el punto de que la consolaba y la animaba cuando la veía triste, en una ocasión la invitó al cine, ella aceptó con la condición de que tenía que llevar a su prima pequeña, otro día fueron a pasear, otro a la feria… a veces sin la primita. A la vez le seguía llevando cartas del leonés.
¿Os figuráis lo que pasó?...”Tantas cartas recibió la niña, que se casó con el cartero”
Tuvieron dos hijos, Mª Luisa y Manolito, el que escribe esta historia.
Mi padre trabajó hasta los sesenta y cinco años, la edad de la jubilación y para ese entonces yo ya había conseguido "heredar" el puesto de cartero, en aquel tiempo era más fácil al ser hijo de un funcionario de Correos, aunque con las oposiciones pertinentes.
Manuel tiene ahora 73 años, está fuerte, creo que todo lo que caminó con su profesión le hizo bien, se dedica a cuidar una pequeña huerta y a pasear con Luisa, mi madre.
Y yo “pateó” el pueblo, o lo “moteó” según el caso, entregando sobres, que no cartas, porque la mayoría son informes de banco, multas o propagandas…Y es que ahora ya se sabe que con Internet y el teléfono se acabó el romanticismo de las epístolas de antaño y la ilusión de esperar la hora de la llegada del cartero, a mí no me espera nadie, mi trabajo es buzonear, sin ver alma viviente. Así que esa es la vida de mi padre hasta aquí, pero que con lo bien que está, la historia puede continuar, sin duda, mucho años más, a Dios gracias.


Encarni (Karima)

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