miércoles, 11 de marzo de 2009

El CIELO AZUL (Cuento)


Vicente tenía la espalda encorvada de tanto caminar mirando al suelo.
Se esforzaba en encontrar cosas que la gente perdía, tenía un abrigo con dos bolsillos enormes, donde metía lo que encontraba y con esa afición, llenó de mil pequeñeces en algunos años una habitación que dedicó para eso, eran cosas que la mayoría de las veces no servían para nada.
Tenía una caja llena de alfileres “imperdibles” de todos los tamaños, que paradójicamente la gente perdía, monedas extranjeras, botones de colores, tornillos, plumas de pájaros exóticos, postales y algunas cartas de amores olvidados…
Si alguien extraviaba algo, no había duda de que Vicente lo encontraba si estaba a su paso.
Un día un amigo le dijo que mirara al cielo que había un arco iris precioso, pero por mucho que lo intentó, no pudo, hacía tanto tiempo que sólo miraba para abajo, que ni podía poner su cuello derecho, ni alzar la vista.
Vicente tenía una habitación llena de cosas y se conocía todas las piedras del camino, pero hacía mucho tiempo que no veía las nubes, ni el sol, tampoco las copas de los árboles, perdió la ocasión de contemplar eclipses de sol y de luna y nunca vio como era la estela de una estrella fugaz, ni la belleza del vuelo de un águila…
Vicente un día se dio cuenta de que mirar tanto para abajo le había privado de admirar la belleza de la creación divina, se lamentó y se dijo: -“¡Qué necio he sido! Por ganar tanta basura he perdido lo mejor”- Y decidió, no solo cambiar de actitud, sino advertir a otros de ese peligro.
Estuvo más de un año en rehabilitación, y sanaron sus cervicales, hasta que por fin pudo decir:
-“¡Oh!, No recodaba que el cielo era tan azul”-
Encarni (Karima)
Pablo el apóstol del Nuevo Testamento; dijo en cierta ocasión:
“Cuantas cosas eran para mí ganancia, las estimo como pérdida por amor de Cristo...y las tengo por basura por ganarle a Él” (Filipenses 3:7-8)







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