miércoles, 30 de septiembre de 2009

COMO UN ÁRBOL


Vivo en un barrio donde abundan los árboles y jardines, donde también hay un pequeño lago con patos y cangrejos rojos. Me gusta mi barrio y siempre que paseo por él, disfruto del verdor y los colores que cada planta o flor tiene, es un deleite para la vista y me hace sentir bien.
Cuando me asomo por la ventana de mi habitación veo un gran árbol, tan frondoso que casi tapa la panorámica del paisaje que se puede divisar desde mi casa, aún así me agrada ver tantas ramas, tanto verde, tantos pajarillos que se refugian en él y me suelen despertar con sus “pío, pío” matutino.
Dicen que el color verde relaja y tiene que ser así, porque contemplarlo me serena, es como un trocito de vergel implantado en mi calle.
Hace unos días como casi cada mañana, al despertar me asomé para ver como había amanecido y me quedé atónita, el árbol, “mi árbol” estaba “pelado”, no tenía ni una hoja, lo habían dejado desnudo, si ramas, sólo el tronco y poco más.
Podía ver todo lo que anterior ocultaba, el horizonte del mar a lo lejos, la calle…pero la imagen me entristeció.
Cuando más tarde bajé a la plaza, comprobé que habían hecho igual con los demás árboles del parquecito, no había ninguno con hojas, me pareció desolador, no entendía quien podía haber quitado tanta belleza de un día para otro. Y Pregunté; ¿Porqué este desastre? (En mi ignorancia sobre jardinería y botánica) un vecino que me oyó y que sabía del tema (era mayor y de zona rural), sonriendo me sacó de mi perplejidad: “Los han podado” No tenía ni la menor idea de lo que me hablaba y volví a preguntar: ¿po… qué?
El hombre entonces, me explicó, que consistía en cortar y quitar las ramas superfluas para que fructificaran con más vigor, y que a eso se le llamaba poda.
¡Claro! Pensé, es como la vid del Evangelio del capitulo 15 de Juan.
“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará para que lleve más fruto”
Tenía que haberlo sabido, tantas veces que había leído este pasaje, también me acordé del refrán popular. “Árbol que no da fruto, pide sustituto”.
Esto me hizo meditar en mi vida, en cuantas “ramas” tendría el Señor que quitar, para que pudiera dar fruto, mucho fruto y de calidad.
Entonces pensé que cuando las ramas son cortadas duele y que si quería esto tendría que estar dispuesta a sufrir las consecuencias y que mi aspecto podría ser como la del árbol de mi calle, perder color, apariencia, perder cosas muy “mías” y además sería inexplicable a otros lo que me pasaba.
Dios sabe que ramas hay en mí que estorban para crecer vigorosas, para dar fruto maduro, para ser más santa y aunque algunas pueden parecerme que están bien, si Dios las quita es por que no deben estar ahí.
Se que como los árboles podados tardaré en tener los rebrotes a la vista, tardaré en ser bello.
Esta reflexión me llenó de una ilusión especial, no la que se tiene en cosas vanas, sino la que alberga la esperanza en conseguir la excelencia, el ser mejor para mi Dios y para los demás.
Decir que tengo ilusión por algo espiritual, puede parecer poco teológico, no suena muy bíblico, pero es mi verdadero sentir y espero ser alguien que mediante la poda del gran Labrador consiga llegar a dar el fruto espiritual que anhelo, el de Gálatas 5:22.
Podrían ilusionarme muchas cosas, pero no es así, hoy por hoy, mi ilusión está en estar más cerca cada día de Cristo y parecerme a él.
Ser un árbol frondoso, lleno de verdes hojas, como el del salmo 1, o como los de justicia del plantío del Señor de Isaías 61:3b. (Para la gloria suya) o como aquellos árboles de Levítico 23:40, que son; “hermosos y frondosos y que se regocijan delante de Dios”. El salmo 104:16 dice “Se llena de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él plató”.
Mi deseo es, que después de la poda pueda permanecer plantada en la casa del Señor, ser abundante como las palmeras de Elim (Éxodo 15:22) y como árbol plantado junto a corriente de aguas… (Salmo 1:3a)…estar vigorosa y lozana aún en mi vejez, para anunciar que Él es mi fortaleza y que en Dios no hay injusticia (Salmo 92:12-15)
Se que no soy una ilusa, que mi deseo es legitimo y que mi árbol se puede convertir como el de la semilla de mostaza, o como el de mi barrio.
No quiero cosas vanas, sino algo cierto, verdadero y alcanzable…y se en quien lo espero.

Encarni Sánchez

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