lunes, 6 de abril de 2009

"EL LIBRO"










El lugar donde me pusieron era el adecuado aparentemente, pues aunque sea un libro, no soy uno más, yo soy EL LIBRO y me colocaron en una biblioteca junto a autores mortales, y a obras humanas. Hacía ya mucho tiempo que me ubicaron en la habitación que la familia había destinado para la lectura.
Puedo hablar de mí de esta manera porque tengo derecho, soy el único libro cuyo autor es Dios mismo, como ya sabréis, soy una Biblia
Llegué a una de las estanterías de mano del abuelo paterno de la familia, me compró a un vendedor ambulante en un pueblo de Andalucía, cuando era joven y cuando aún tenía los hijos pequeños.
Ya el abuelo no está, los que viven son sus descendientes por parte de uno de sus hijos. Matrimonio y varios hijos ya todos mayores.
A pesar de llevar tantos años editada, me conservaba bien, casi nueva, sería porque había sido usada muy poco últimamente, cuando vivía el abuelo si me cogía a menudo para leer un poco en mí, pero he decir que con mucho respeto y cuidado, como algo de valor.
Algunas noches reunía a la familia y leía en voz alta para todos.
Eran esos días en que la familia tenían más comunicación y que se acostumbraba a reunir para hablar y contar historias.
A veces él leía a solas y meditaba largamente, disfrutando la lectura, diría yo, haciendo suyo lo que entendía.
Según iba pasando el tiempo, recomendaba a sus hijos que leyeran en mis páginas, lo intentaba, pero sin éxito.
Años después creí que si lo haría una de las nietas, tenía unos quince años y entró en la biblioteca muy triste, llorando y vi como buscaba entre los libros, quería leer algo que la tranquilizara, que la animara, me rozó, se quedó pensativa con sus manos en mis lomos pero al final desistió y cogió uno de Gustavo Adolfo Bécquer, a esa edad casi siempre se prefiere la poesía romántica, yo lo sentí por ella, porque en mí hubiera encontrado consuelo y respuesta a su problema, también tengo yo poesía y cantos de amor, no lo supo, pero seguramente uno de mis salmos la hubiera dado paz, no lo sabía ni quiso averiguarlo. Así les pasa a muchas personas y cuando llegan a descubrirlo se arrepiente por no haberlo sabido antes.
Cuando el hijo mayor entró aquella noche donde yo estaba, se que quería leer sobre filosofía y pensamientos profundos y entonces si que creí que me elegiría a mí, mis libros (porque soy un libro de libros) contienen los más profundos de los pensamientos, no humanos, sino del mismo Dios, la Sabiduría por excelencia, se que ya sabéis que soy una Biblia, el libro de los libros, el libro rey de cualquier biblioteca familiar; La Palabra de Dios, pero a veces tan ignorada y abandonada, como si no tuviera valor alguno.
Conocía a todos, a los padres, a los hijos y a los nietos, sabia de sus problemas y cargas, tenía la seguridad de tener respuestas a todas sus preguntas, pero ellos después de la muerte del abuelo no quisieron saber nada del viejo libro grande y negro. Sólo un recuerdo sentimental, colocado como uno más entre novelas, ensayos y libros de viaje. Si tenían algún orgullo de sus obras literarias, lo tenían de un volumen de El Quijote encuadernado en piel y con filos de oro, no lo leían tampoco, pero era una joya según decían.
Las estanterías estaban cargadas de buenos volúmenes, pero en general, destinados a formar parte de una herencia que admiraban y que sólo servían de adorno.
Una tarde todo cambió, el hijo segundo, un chico de 23 años, con inquietudes desde tiempo, pero que había buscado en lugares equivocados, entró en la habitación con una hoja en la mano. Me alcanzó y abriéndome por el Evangelio de Juan comparó lo que había escrito en el papel con el capitulo 3 y verso 16. Se sentó cómodamente y leyó y releyó el texto, también el folleto que alguien le había dado en la calle, se quedó muy pensativo y finalmente exclamó; ¡que maravilla! ¿Cómo he podido estar tan ciego? …tenemos un tesoro en casa y no lo sabemos…
A partir de es día, venía todas las tardes a estar conmigo, leía en los salmos, en los profetas, en las epístolas de Pablo etc.…cada vez con más entusiasmo y con más hambre de saber de mi autor y de sus promesas. Una noche se arrodilló al lado de una silla y conmigo entre sus manos oró: ¡Señor, Dios mío, gracias por Tu Palabra, gracias por este libro! ¡Perdóname y ayúdame!
Así de rodilla estuvo un gran rato, tanto que ni el mismo supo cuanto, hasta que lo encontró así su padre. Se asomó por la puerta y quedó callado mirando al hijo y recordando que mucho tiempo atrás, había visto de igual manera muchas veces al abuelo, cuando él era pequeño y se emocionó. Algo le vino al corazón, algo que tenía muy escondido salió a flote, recuerdos de antaño. Esperó y cuando su hijo se percató de la presencia del padre, se acercó a él.
¿Qué pasa hijo? Papá he descubierto a Jesús, he encontrado algo maravilloso: La Vida Eterna, papá tienes que conocer la Biblia, tienes que leerla… Si hijo, ya lo se, se que ahí en ese libro hay palabras preciosas y únicas…si la voy a leer.
Así empezó una etapa nueva para la familia, primero el padre y el hijo empezaron diariamente a leer juntos y más tarde entre los dos se encargaron de animar a todos y la verdad es que fueron receptivos y cuando supieron lo que yo encerraba aceptaron mis consejos y mandamientos.
Sin embargo al cabo del tiempo volví a la biblioteca, a la misma estantería y como anteriormente, fui olvidada…pero esta vez, no me importó, porque tengo que reconocer que soy muy grande y pesada y que ahora cada uno tenía una versión más utilitaria de la Biblia. Eso era lo importante, así que acepté volver al lugar antiguo, porque sabía que todos leían lo que yo contenía en formatos más manejables.
La estampa volvió a ser la misma de la de tiempos pasados cuando vivía el abuelo, todos juntos alrededor de mí, aunque en realidad no fuera yo, el libro negro y grande comprado a un vendedor ambulante, pero de igual modo; todos alrededor de la Palabra de Dios de La Biblia.
Estoy contento de haber sido yo el que estuviera allí en esa casa, estoy contento de ser el libro que llegó de mano del abuelo años atrás y sobre todo que hombres se encargaran de vendernos por los pueblos y aldeas, colportores se les llamaba, a ellos mi recuerdo y admiración, cumpliéndose por su labor lo que de mí dice Isaías; que la Palabra de Dios no vuelve a Él vacía…tarde o temprano, algún día se cumple el propósito para lo que fue escrita…
Encarni Sánchez (Karima)

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